El contexto en que se produce la violencia política es esencial para el análisis porque la guerra civil estructura las decisiones y selecciona a los actores que participan en la producción de la violencia de una manera diferente a como ocurre en contextos pacíficos (Kalyvas, 2006, p. 22). La guerra aumenta la incertidumbre y los riesgos sobre la vida y la seguridad de las personas; por lo tanto, aumenta el valor que las personas le otorgan al riesgo de supervivencia al tomar sus decisiones o definir sus estrategias. Este es el primer elemento distintivo de la guerra civil: el riesgo de supervivencia que determina las elecciones que hacen las personas.
En este sentido, la guerra modifica la manera como se forman y expresan las preferencias políticas, en contraste, por ejemplo, con un proceso electoral libre y transparente en tiempos de paz (p. 22). La colaboración de la población civil, por ejemplo, está más condicionada por la violencia en la guerra civil que por sus motivaciones o preferencias previas al inicio del conflicto (2006, p. 91-101). Por otro lado, el número de muertes y otras manifestaciones de violencia aumenta en la guerra, con lo cual se puede afirmar, siguiendo a Kalyvas (p. 22), que las diferencias con los contextos pacíficos no son sólo de orden [kind] sino de magnitud [degree].
Kalyvas define la guerra civil como el combate armado que tiene lugar dentro de las fronteras de un estado soberano reconocida entre bandos que están sujetos al comienzo de las hostilidades a esa autoridad común (2006, p. 17). La expresión combate armado implica un cierto grado de organización militar en ambos bandos y un nivel de violencia de cierta magnitud. Esta definición es agnóstica acerca de las causas, motivaciones y propósitos de la guerra.
El rasgo que caracteriza a la guerra civil es la ruptura efectiva del monopolio de la violencia a cargo del Estado, lo que significa una división o fractura del territorio donde se ejerce la soberanía en campos rivales armados (p. 17). Al inicio de la guerra civil los grupos beligerantes que desafían el monopolio de la violencia que ejerce la autoridad soberana lo que implica que comparten la ciudadanía del Estado como una obligación meramente formal de acatamiento (que excluye el derecho a la resistencia). En consecuencia, con la guerra civil, la soberanía es segmentada, en el sentido de que dos o más actores políticos ejercen el control total sobre diferentes áreas del territorio del Estado; y es fragmentada, en el sentido de que dos o más actores políticos ejercen un control limitado o parcial sobre una misma porción del territorio del Estado (Kalyvas, 2006, p. 88-9). Aunque para efectos de simplificar el análisis, teóricamente se asume la confrontación de dos actores políticos rivales por el control territorial.
Kalyvas fundamenta su teoría de la violencia en la guerra civil en una teoría de la guerra irregular que permite establecer variaciones entre la violencia y el espacio geográfico (2006, p. 87-8). La guerra irregular se diferencia de las convencionales en el sometimiento a reglas sobre el combate militar y en que el enfrentamiento se produce en los frentes de batalla definidos. Así, la guerra irregular se caracteriza generalmente como guerra de guerrillas y los frentes de batalla son más bien borrosos y fluctuantes (p. 88). El carácter irregular o convencional de una guerra no determina la simetría o asimetría en el poderío militar de las partes enfrentadas. La capacidad de tomar, imponer o mantener el control en una zona determinada, cuando se desata el conflicto, requiere el acceso a cuantiosos recursos para el ejercicio de la vigilancia y protección de la población civil, así como para el equipamiento y la ejecución de operaciones propiamente militares. Estos recursos escasean durante la guerra por lo que los actores políticos tienen un incentivo muy fuerte para utilizar la violencia de manera selectiva.
De acuerdo con Kalyvas, el control tiene un claro fundamento territorial y existen buenas razones para pensar que el control territorial depende en buena medida de la capacidad del aparato administrativo para realizar las funciones de vigilancia y sanción de la población, así como de la capacidad militar (2006, p. 132-3). Las distancias, las dificultades de acceso y vías de comunicación, condicionan la capacidad administrativa y militar. El control supone, según Kalyvas, una presencia armada constante y creíble en un territorio, de modo que si la topografía obstaculiza esa presencia y su movilización constituye una ventaja para el avance del rival, en especial, en la guerra irregular donde los frentes de batalla no están definidos. En otras palabras, la geografía determina la dirección del nexo causal respecto del nivel de control sobre un territorio, así:
Geografía → Control
Para simplificar el análisis, Kalyvas (2006, p. 88, 196) identifica cinco zonas discretas a través de las cuales se distribuye el ejercicio del control que ejercen dos actores rivales en el contexto de una guerra civil, así:
Zona 1: Es el área del territorio del Estado bajo el control total [full control] del grupo gobernante o las autoridades [incumbents] con la capacidad para excluir al actor político rival. En esta zona, el acceso de la población al actor rival es altamente restringido y la presencia del rival es nula o muy eventual, sorpresiva y fugaz como las escaramuzas. En adelante la denominamos sencillamente zonas de control de los gobernantes (Kalyvas, 2006, p. 211, 218-23).
Zona 2: Es el área del territorio del Estado bajo el control parcial pero predominante del grupo gobernante o las autoridades. La población de esta zona tiene cierto acceso limitado al bando rival. En adelante la denominamos zona de expansión de los gobernantes (Kalyvas, 2006, p. 212, 224-32).
Zona 3: Es el área del territorio del Estado en la que los bandos rivales ejercen un control equitativo o paritario [parity control] o bien ninguno de los bandos ejerce el control, por lo que también se suele denominar tierra de nadie [no man´s land]. En adelante la denominamos zonas en disputa (Kalyvas, 2006, p. 240-5).
Zona 4: Es el área del territorio del Estado bajo el control parcial pero predominante del grupo beligerante o insurgente [insurgents]. La población de esta zona tiene un acceso menos limitado al bando rival. En adelante la denominamos zonas de control de los insurgentes (Kalyvas, 2006, p. 212, 224-32).
Zona 5: Es el área del territorio del Estado bajo el control total [full control] del grupo beligerante o insurgente. En esta zona el acceso de la población al bando rival es altamente restringido y la presencia del rival es nula o muy eventual, sorpresiva y fugaz. En adelante la denominamos sencillamente zonas de control de los insurgentes (Kalyvas, 2006, p. 211, 218-23).
En la teoría de Kalyvas (2006, p. 196, 224-32), las zonas 2, 3 y 4 son inicialmente consideradas en conjunto como territorios en disputa [contested zones], sin embargo, en ellas se distinguen las zonas 2 y 4 como territorios en los que uno de los bandos rivales ejerce un control predominante aunque incompleto. De acuerdo con el mecanismo causal entre geografía y control, según Kalyvas (2006, p. 132), debe esperarse que los gobernantes ejerzan un mayor control en las zonas urbanas, las planicies, vías de comunicación y territorios adyacentes; mientras los insurgentes, en las zonas rurales, montañosas, terrenos escarpados, selvas y otras zonas de difícil acceso o de frontera.
Dado que Kalyvas se enfoca en la racionalidad de la conducta de los individuos, tanto los políticos como los civiles, formula que los la racionalidad de los actores políticos se explica porque maximizan el control territorial; en consecuencia, persiguen la “conquista” del territorio y el incremento del nivel de control que ya ostentan (Kalyvas, 2006, p. 196). El incremento del control significa obtener la colaboración exclusiva de la población civil mediante la persuasión y eliminar la defección hacia el rival mediante la disuasión que se logra con la violencia coercitiva. Como la teoría asume que no hay anarquía, si un actor político abandona un territorio, el rival entra a ocuparlo. En cada una de las zonas en las cuales se distribuye el control, los actores del conflicto se relacionan con la población civil de tres maneras:
(i) La población queda bajo su control total, sin acceso al actor rival.
(ii) La población queda fuera del alcance de su control.
(iii) La población queda bajo el control compartido con el actor rival.
Como la teoría de Kalyvas (2006, p. 100) se concentra en la conducta de los individuos -siendo agnóstica frente a las motivaciones y preferencias difícilmente observables y verificables, e indiferente frente a las motivaciones al inicio del conflicto (p. 111-3)-, se parte de dos supuestos analíticos: (a) las preferencias no son estables sino que cambian con el conflicto; y (b) estas variaciones en las preferencias son el efecto de una combinación de persuasión y coerción. El análisis parte de que los individuos eligen de manera racional sus estrategias y conductas de acuerdo con su nivel de aversión al riesgo de supervivencia que se amplifica durante la guerra (p. 101-3). Por estas razones, si bien los beneficios materiales pueden ser un incentivo determinante para la colaboración de la población civil, siendo exógenos a la teoría de Kalyvas, en el transcurso de la guerra civil las preferencias y conductas de los individuos se modifican por la violencia, dado que los recursos económicos cada vez escasean más. Con fundamento en estas observaciones, Kalyvas (2006, p. 118-124) plantea que:
(i) La colaboración depende de variaciones espaciales en el nivel de control, de manera que a mayor control en una zona, mayor es el nivel de colaboración;
(ii) La colaboración depende de variaciones temporales en el nivel de control, de manera que entre más control se gane en una zona en un momento del tiempo, mayor será el nivel de colaboración; y
(iii) La colaboración que gana una de las partes por un mayor nivel de control implica una pérdida de colaboración para el bando rival relativa a su pérdida de control.
En este modelo analítico (p. 104-6), los actores políticos expresan sus preferencias en relación con las exigencias a la población civil, así:
(a) De la minoría, exigen una colaboración activa total;
(b) De la mayoría, una colaboración pasiva y exclusiva;
(c) Un mínimo de colaboración a ninguna;
(d) La colaboración exclusiva aunque pasiva, es preferible a la neutralidad.
(e) La mínima colaboración que esperan es no ser traicionados.
(f) Como la guerra civil sí tiende a ser un proceso polarizante, la colaboración y la no colaboración son un juego de suma cero.
(g) Prefieren evitar o impedir la colaboración activa con el rival, es decir, la defección.
De manera desagregada se obtienen los siguientes tipos de defección (Kalyvas, 2006, p. 104-5): (a) Insumisión [noncompliance], que comprende acciones como quejarse, criticar, evadir impuestos, huir o desertar; (b) delación [informing], que consiste en proveer información al bando rival, de manera secreta generalmente; y (c) cambio de bando [switching sides], que, como la deserción, son generalmente actos públicos. Estos actos de defección pueden ser públicos o privados, individuales o colectivos, definiendo el alcance o esfera de acción según la naturaleza de cada uno. Las motivaciones tras los actos de defección pueden ser complejas y mezcladas: la coerción, la persuasión, incentivos económicos, miedo, venganza o supervivencia. Como toda conducta, estos actos se realizan en función de la mayor o menor aversión al riesgo. La tabla 2 permite visualizar esta tipología.
TABLA 2. Tipología kalyviana de la defección [defection].
Tipo | Alcance | |
Insumisión | Individual o colectiva | Pública o privada |
Delación | Individual | Privada |
Cambio de bando | Individual o colectiva | Pública |
Nota: Adaptado de Kalyvas (2006, p. 105).
La teoría de la violencia coercitiva de Kalyvas gravita alrededor del problema de identificación de las personas. Es decir, es un problema de información sobre la identidad de colaboradores, desertores y delatores, más crítico aún si se tiene en cuenta que las preferencias de la población civil son fluctuantes, en buena parte determinadas por el ejercicio del control y la violencia.
De hecho, la capacidad para identificar a las personas define la modalidad de violencia coercitiva que un actor político emplea: selectiva o indiscriminada (Kalyvas, 2006, p. 144). En esta medida, Kalyvas formula que la violencia es una variable dependiente en función del nivel de control que ejerce un actor político dentro de un territorio (1999, p. 244; 2006, p. 15), lo cual señala la dirección del nexo causal:
Violencia = ƒ(control)
Luego,
Control → Violencia
A su turno, la capacidad para identificar a las personas depende del nivel de colaboración de la población civil y de la capacidad de un actor político para vigilar y monitorear directamente a la población. Aunque la información puede provenir de diversas fuentes, como las documentales y los testimonios, el método más efectivo para recolectar información sobre la identidad de las personas y sus preferencias es solicitarla a los individuos que los conocen más íntimamente mediante la práctica de la delación (Kalyvas, 2006, p. 173). Este elemento de la intimidad es central en el análisis de la violencia en la guerra civil, el cual contrasta con el carácter impersonal que se atribuye a las guerras interestatales (2006, p. 330-2). Ahora bien, Los motivos para delatar pueden ser políticos o “desinteresados”, como cuando se denuncia a una persona esencialmente por lealtad con una causa política o autoridad, como las denuncias públicas; y personales o “maliciosos”, cuando se denuncia sin ninguna causa política con el propósito de resolver una disputa personal, para obtener ventajas económicas o para satisfacer el deseo de venganza (Kalyvas, 2006, p. 178). Con razón Kalyvas sostiene que la guerra civil es el contexto propicio para que los individuos salden sus disputas personales con sus conocidos a través de la práctica de la delación en una suerte de politización de los intereses privados, por lo que no en vano se le llama comúnmente guerra fratricida (2006, p. 330, 351). La delación provee la información necesaria para que los actores políticos empleen la violencia selectiva, cuyo efecto disuasivo es superior al de la violencia indiscriminada, como se explica a continuación. Al mismo tiempo, los individuos recurren a la delación como un mecanismo indirecto para infligir daño a otra persona a través de un tercero, bajo la premisa de que los individuos prefieren no hacer uso de la violencia por su propia cuenta para no ensuciarse las manos de sangre (Kalyvas, 2006, p. 350-1).
La delación, a diferencia de la denuncia pública, es una práctica subrepticia, secreta, riesgosa y generalmente vergonzante; de ahí los peyorativos usados para calificar a los delatores: soplones, sapos y similares (p. 177). Por estas razones, la delación es una práctica difícilmente observable y verificable, ni siquiera ex post, a menos que se cuente con acceso a organizaciones altamente especializadas y burocratizadas como la Gestapo en el régimen nazi, la CIA norteamericana o, entre nosotros, el DAS. La delación supone entonces que la información sobre la identidad de los individuos está distribuida asimétricamente entre los actores políticos supralocales y la población local. Si no se cuenta con agentes locales que realicen la función de monitoreo directo de la población, en ausencia de esta información, los actores políticos recurrirán a la violencia indiscriminada, lo que hace presumir la ausencia o pérdida de control.
Kalyvas (2006, p. 351-68) distingue dos mecanismos causales de la delación, que dependen del nivel de intimidad o frecuencia de las interacciones entre los individuos: por una parte, la concentración o la escala del entorno social donde tiene lugar la interacción, que entre más reducida sea, mayor será la densidad o número de interacciones entre los mismos individuos y mayor la competencia y el riesgo de conflictos; por otra, la simetría, según la cual entre mayor sea la homogeneidad entre los individuos, como cuando se comparte la misma posición social, mayor será el riesgo de envidia y de provocar una pérdida en la posición social del otro que redunde en una ganancia propia. De ahí el riesgo de las denuncias falsas y maliciosas que provoquen violencia indiscriminada.
Ahora bien, debido a que la violencia indiscriminada castiga con la misma probabilidad al colaborador como al desertor, provoca una distorsión de las expectativas y cálculos de los individuos sobre las estrategias de los demás y sobre los resultados de colaborar o no. En este sentido, la violencia indiscriminada genera incertidumbre sobre los beneficios de la colaboración y las sanciones por la defección, de manera que afecta también la percepción sobre la capacidad de control y de protección del actor político que la emplea. De esta manera, se elevan los costos de las decisiones de los individuos, reduce la aversión al riesgo porque falla el cálculo de probabilidad del castigo o recompensa y, en consecuencia, reduce el costo de la defección (2006, p. 154-5). En otras palabras, la violencia indiscriminada reduce el valor por colaborar y aumenta el valor de la defección a favor del actor rival. De ahí que Kalyvas (2006, p. 144) formule que: La violencia indiscriminada resulta contraproducente en la guerra civil [Proposición 2].
A pesar de estos efectos, no es posible predicar que la violencia indiscriminada sea irracional porque también cumple un propósito disuasivo (Kalyvas, 2006, p. 160-7). En primer lugar, los asesinatos colectivos pueden ser considerados en apariencia o de manera superficial como producto de la violencia indiscriminada pero información más detallada puede advertir que los individuos estaban plenamente identificados, por ejemplo después de verificar su afiliación partidista (Henderson, 1985, p. 152, citado en Kalyvas, 2006, p. 162). En segundo lugar, puede ser el resultado de factores como: (i) la relación costo-beneficio cuando no se puede obtener información más detallada sobre la identidad de las personas pero se cuenta con recursos militares suficientes al inicio del conflicto; y (ii) las distorsiones institucionales en situaciones de riesgo moral de las que no se salvan las agencias y comités locales delegatarios de los actores políticos al ser víctimas de denuncias falsas y maliciosas, precisamente por las asimetrías de información (Kalyvas, 2006, p. 183).
En relación con la utilización de la violencia indiscriminada, debe señalarse que los costos de equipamiento y operaciones militares son altos por lo que, cuando un conflicto se prolonga en el tiempo, permite suponer, como lo formula Kalyvas (2006, p. 169), que los actores políticos son propensos a cambiar gradualmente la violencia indiscriminada por violencia selectiva [Hipótesis 1].
Por el contrario, cuando se cuenta con información robusta sobre la identidad de las personas, los actores políticos recurren a la violencia selectiva, que personaliza las amenazas y las sanciones con un mayor efecto disuasivo sobre la población (Kalyvas, 2006, p. 144). El empleo de la violencia selectiva, a pesar de las fallas en recursos y capacidad para el monitoreo directo y la sanción, reduce los costos de la colaboración y aumenta, en consecuencia, los costos de la defección (p. 173). Si el nivel de control de un actor político en un territorio es alto, la información sobre las personas es mayor y así mismo se recurre a la violencia selectiva, todo lo cual genera certidumbre entre los individuos sobre la capacidad para proteger a la población contra el actor rival y para castigar los actos de defección: aumenta el costo de la defección y disminuye el costo de la delación.
En esta medida, la presencia de agentes locales es signo de un mayor nivel de organización y capacidad de los actores políticos supralocales: para emplear la violencia de manera selectiva; evitar el empleo de violencia indiscriminada; y garantizar la protección de los delatores. En este sentido, la violencia selectiva es un proceso de producción conjunta [joint process] de los actores políticos con la colaboración de la población civil (Kalyvas, 2006, p. 173). En la producción de violencia selectiva convergen dos procesos distintos pero relacionados: por una parte, los esfuerzos de los actores políticos por disuadir la defección; y, por otra, la decisión individual de suministrar información a los actores políticos sobre las identidades de sus conocidos.
Debido a que en el contexto de la guerra civil el riesgo de supervivencia es mayor que en los contextos pacíficos, las personas calculan cuándo desertarán o no y cuándo delatarán o no al desertor dependiendo del nivel efectivo de protección y castigo que un actor político pueda proveer dentro de un territorio. Si el riesgo de retaliación como resultado de la delación es alto, es decir, el nivel de protección es bajo, los individuos no estarán dispuestos a denunciar a los desertores (Kalyvas, 2006, p. 174). En otras palabras, si el riesgo de retaliación es alto es porque el acceso al actor político rival con capacidad para ejecutar la represalia como sanción también es alto (2006, p. 195). En general, debido a la aversión de los individuos por la ejecución directa de actos violentos para resolver sus disputas personales, a su turno, la retaliación adopta la forma de la contradenuncia, es decir, la denuncia contra el delator inicial ante el actor político rival. En otro sentido, la capacidad de un actor político para ejecutar represalias como resultado de la contradenuncia disminuye o aumenta el riesgo de contrarretaliación, según el nivel de control, todo lo cual condiciona la disposición de los individuos sucesivamente a denunciar y a contradenunciar.
Dada la dificultad para observar y verificar empíricamente los niveles de delación, contradenuncia, retaliación y contrarretaliación, un indicador es el nivel de control que ejerce un actor político dentro de un territorio que cuando es alto se traduce en un mayor miedo de ser identificados (Kalyvas, 2006, p. 220). En este sentido, el nivel de delación es una función del nivel de control que ejerce un actor político, que condiciona la capacidad de protección y de ejecutar las represalias (p. 195).
Kalyvas (2006, p. 124-132) identifica en su modelo teórico ocho mecanismos que señalan la dirección causal entre el nivel de control y el nivel de colaboración resultante, que se enuncian a continuación:
(a) Coerción: El control supone la capacidad para ejercer la violencia coercitva de manera efectiva y creíble. Este control resuelve problemas de acción colectiva como la cooperación (coactiva) o la defección.
(b) Maximización de la supervivencia: La conducta de los civiles es maximizadora de la supervivencia se realiza evitando conductas amenazadas o sancionadas con el uso de la violencia.
(c) Protección: De acuerdo con la lógica de la conducta maximizadora, el control reduce el costo de la colaboración si el actor político no sólo despliega su capacidad militar para ejercer la violencia coercitiva contra la población dentro de su zona de control sino también para proveer la protección a la población frente a las amenazas y violencia que produzca el actor rival.
(d) Adscripción mecánica: El control prolongado en una zona genera un monopolio de información y la colaboración de los civiles por efecto del reclutamiento que lleva a cabo entre ellos.
(e) Credibilidad: Entre más prolongado es el ejercicio del control, mayor es nivel de credibilidad de la población civil en el corto plazo sobre la capacidad para imponer sanciones y otorgar protección frente al rival.
(f) Otorgamiento de beneficios: El mayor nivel de control también garantiza que se proporcionen beneficios inmateriales o materiales, dependiendo de la disponibilidad, promesa difícil de cumplir ante la pérdida o ausencia de control.
(g) Monitoreo: El control facilita el monitoreo directo y vigilancia de la población, como el censo o empadronamiento de la población, lo que exige un aparato administrativo capaz de llevarlo a cabo, lo que resulta muy costoso o imposible cuando se ha perdido el control.
(h) Dinámica de auto-refuerzo: La credibilidad sobre la capacidad de control se refuerza a sí misma con el ejercicio del control en una dinámica que puede considerarse incremental.
Es decir, gráficamente se puede establecer la relación causal así:
Colaboración = ƒ(Control)
Luego,
Control → Colaboración
Como se ha insistido, la capacidad de control de los actores políticos supralocales dentro de un territorio depende de su capacidad para hacer presencia mediante esquemas descentralizados a través de los cuales delegan parte de su poder en sus agentes locales. La descentralización abarata el monitoreo y vigilancia de la población. Las autoridades y grupos gobernantes recurren a las agencias y organismos estatales, como las alcaldías, los jueces y la policía. También recurren informalmente a las milicias [militias]. Estas milicias son conformadas mediante el reclutamiento de colaboradores locales y tienen como propósito controlar a la población y enfrentar a los rebeldes o insurgentes. Aunque están autorizadas para usar la violencia directamente, son actores políticos y no propiamente militares (Kalyvas, 2006, 107). También se les denomina paramilitares, ejércitos privados y batallones de contrainsurgencia. La organización y equipamiento de milicias es costosa. Aunque están llamadas a ejecutar una violencia protectora o defensiva, también incurren en acciones predatorias y abusivas que resultan en un escalonamiento de la violencia, convirtiéndose en el blanco principal de la acción insurgente (2006, p. 108-9).
A nivel local, los insurgentes también organizan milicias pero, dado su acceso más restringido a las armas, recurren a la conformación de comités, generalmente informales y clandestinos, que se encargan de recopilar, filtrar y manejar información sobre el actor político rival, su organización y avance, así como sobre la población civil (Kalyvas, 2006, p. 109-10).
En este orden de ideas, una implicación fundamental de los mecanismos causales descritos es que la colaboración es endógena al control, con fundamento en la cual Kalyvas (2006, p. 132) postula que: entre mayor es el nivel de control que ejerce un actor, mayor es la tasa de colaboración con este actor, e inversamente, la tasa de defección es menor [Proposición 1].
Si la capacidad militar inicial de un actor político se toma como un factor exógeno del nivel de control dentro de un territorio dado, el uso de la violencia selectiva y se incrementa el nivel de colaboración, debe esperarse en el modelo teórico de Kalyvas que la capacidad de control subsiguiente sea un factor endógeno en la producción de violencia (2006, p. 196). Este equilibrio solamente puede ser alterado de manera exógena por el actor político mediante la retirada de sus fuerzas o por el actor rival trayendo refuerzos. En consecuencia, el modelo teórico de Kalyvas asume que los costos de producción de la violencia selectiva son inversamente proporcionales al nivel de control (2006, p. 196).
Si se considera que la colaboración y la defección son conductas racionales de los individuos que obedecen al cálculo sobre las recompensas y los castigos, en este sentido son maximizadoras de la supervivencia actual, con independencia de sus preferencias al inicio del conflicto y de sus motivaciones. En otras palabras, los individuos deciden si colaboran o no con un actor político dependiendo de su nivel de control dentro de un territorio y momento dado, con independencia de su experiencia pasada o cálculos sobre el futuro lejano (2006, p. 196). Si los individuos valoran su vida, entonces el costo de ser capturado y castigado por la defección es mayor que el beneficio esperado por la defección (p. 196-7).
De ahí que los individuos, que se asume tienen aversión al riesgo, consideren en su cálculo el nivel de control efectivo que ejerce un actor político: si es mayor, el riesgo de ser capturado y castigado es mayor. De la misma manera, los individuos calculan el riesgo en relación con la delación: donde el nivel de control (protección para el delator/violencia contra el desertor) es alto, el riesgo de delación es bajo. Expresado de otro modo: cuando la probabilidad de ser identificado, delatado y capturado es mayor, como sucede en las zonas donde un actor político ejerce un control total, la probabilidad de defección es menor; y viceversa: cuando la probabilidad de ser identificado, delatado y capturado es menor, como sucede en las zonas donde la población está fuera del alcance de un actor político, la probabilidad de defección es mayor. La excepción al modelo en relación con la aversión al riesgo son los héroes y mártires, que son desertores de las zonas bajo el control total de un actor político y en las que el actor rival no tiene presencia (Kalyvas, 2006, p. 197). Por supuesto, en este modelo, los individuos calculan el riesgo de ser capturados y asesinados de acuerdo con el valor que le asignan a la supervivencia, lo que hace menos valiosos los beneficios (p. 200).
En las zonas donde las partes comparten el control o donde sencillamente no lo ejercen, es de esperarse que los individuos no se abstengan de defeccionar a favor del actor rival, al tiempo que, dado el bajo nivel de protección que los actores pueden proveer, se abstengan de delatarse mutuamente por su aversión a la retaliación. Es decir, altos niveles de defección se registran simultáneamente con bajos niveles de delación. En estas áreas, que hemos denominado zonas en disputa, puede presentarse una espiral de no violencia (Kalyvas, 2006, p. 202).
Como la conducta de los actores políticos es maximizadora de su capacidad de control sobre la población y en un territorio, los costos están representados por el equipamiento y las operaciones militares, así como el funcionamiento de la burocracia local, mientras que sus beneficios están representados básicamente cuando la defección es cero, es decir, la colaboración de la población es total, ya sea por efecto de la disuasión o la coerción. Cuando el nivel de control es alto, la información sobre los desertores proviene del monitoreo directo; cuando el nivel de control es bajo, proviene de los delatores. Pero dados los costos implicados en el empleo de la violencia, donde el nivel de delación es bajo, como sucede en las zonas en disputa, no se empleará la violencia para obtener el control. No obstante, dados los costos implicados en el uso de la violencia, donde el nivel de delación es alto, como sucede en las áreas bajo control total, los individuos tampoco se arriesgan a desertar y, por lo tanto, el nivel de violencia también es mínimo o ninguno.
En conclusión, según Kalyvas, donde el nivel de control es total: no hay defección, no hay delaciones y tampoco violencia, como sucede en las Zonas 1 y 5, aunque es probable que se produzca violencia por el actor rival pero indiscriminada (a falta de información sobre la identidad de las personas); donde el nivel de control es alto pero parcial, la población tiene algún acceso al rival: hay defección, hay delaciones y, por lo tanto, violencia selectiva, como sucede en las Zonas 2 y 4; y donde el control está ausente o es paritario: hay defección, no hay delaciones y tampoco violencia, como sucede en la Zona 3 (Kalyvas, 2006, p. 203). En la Zona 3, si alguno de los actores emplea la violencia será indiscriminada a falta de información y medios de monitoreo directo, con lo cual se producirá la deserción masiva hacia el actor rival, que hace improbable que se recurra a la violencia por lo que, a diferencia de lo que ocurre en las guerras convencionales, en la guerra civil en las zonas en disputa no se produce violencia (2006, p. 204). Como resultado, en el modelo teórico de Kalyvas, la violencia selectiva solamente se produce donde los incentivos de los actores políticos supralocales y los actores locales convergen. De la misma manera, no se espera ninguna violencia donde los actores políticos o los actores locales, cada uno de manera aislada, están más dispuestos a emplear la violencia o a suministrar la información necesaria. Una exposición detallada del modelo teórico de economía política de la violencia de Kalyvas se incluye en el anexo 1 del presente trabajo. Este conjunto de predicciones son formuladas por Kalyvas (2006, p. 204), así:
Hipótesis 1. Los actores políticos son propensos a cambiar gradualmente la violencia indiscriminada por la violencia selectiva.
Hipótesis 2. Entre mayor sea el nivel de control que ejerce un actor político, menor será la probabilidad que dicho actor recurra a la violencia, tanto selectiva como indiscriminada. Por lo tanto, no es probable el empleo de la violencia por el grupo gobernante en la Zona 1 y tampoco por parte los insurgentes en la Zona 5.
Hipótesis 3. Entre menor sea el nivel de control que ejerce un actor político, menor será también la probabilidad que este actor recurra a la violencia y mayor la probabilidad de que si llega a emplear la violencia esta sea indiscriminada. De esta manera, si se produce alguna violencia por parte de los insurgentes en las Zonas 1 y 2 probablemente será indiscriminada, y si se produce alguna violencia por parte del grupo gobernante o las autoridades en las Zonas 4 y 5 probablemente será indiscriminada.
Hipótesis 4. Bajo un control fragmentado, la violencia será empleada primordialmente por el actor político que tenga una ventaja en la respectiva zona en términos de control: el grupo gobernante o las autoridades en la Zona 2 y los insurgentes en la Zona 4.
Hipótesis 5. En la zona donde el control se ejerce por igual por los actores rivales, como en la Zona 3, es probable que ninguno de los actores use la violencia selectiva.
Si la teoría de Kalyvas (2006, p. 206) es correcta, las guerras civiles más mortíferas serán aquellas en las que se observen una o varias de las siguientes condiciones:
(a) Altos niveles de violencia indiscriminada.
(b) Variaciones frecuentes del control, porque predominan las Zonas 2 y 4.
(c) Las zonas donde el control es paritario o ausente, como la Zona 3, son reducidas.
(d) Las zonas donde se ejerce el control total, como la 1 y la 5, son reducidas.
La teoría de Kalyvas también prevé variaciones del nivel de control en el tiempo en un proceso dinámico y secuencial. Según Kalyvas (2006, p. 217), el nexo entre control y violencia exhibe cierta circularidad en el sentido de que cambios en el control pueden disparar los niveles de violencia y que estos cambios en los niveles de violencia pueden provocar a su turno cambios en el nivel de control, en un proceso de causalidad endógena. No obstante, deben tomarse en cuenta los mecanismos endógenos cuya trazabilidad exige un proceso de desagregación secuencial, en los cuales se sugiere que los cambios de control implican dos etapas diferentes: el cambio inicial de control y la fase de consolidación de dicho cambio (p. 217).
En el modelo de Kalyvas, en primer lugar, las decisiones tácticas militares provocan un cambio en el control en dos direcciones: zonas que pasan del control insurgente al control de las autoridades, es decir, las Zonas 4 y/o 5 pasan a ser Zona 2), y del control de las autoridades al control de los insurgentes, es decir, las Zonas 1 y/o 2 pasan a ser Zona 4. En segundo lugar, según Kalyvas (p. 217), el uso de la violencia selectiva, una vez se ha producido el cambio inicial en el control, dispara un proceso de consolidación (auto-reforzado, adscripción mecánica) que produce un desplazamiento de la Zona 2 hacia la Zona 1 (pasando a estar bajo el control total de las autoridades) y de la Zona 4 a la Zona 5 (pasando a estar bajo el control total de los insurgentes). De manera que, en ausencia de cambios exógenos en los recursos militares, las Zonas 2 y 4 pueden ser concebidas como zonas de transición, en el sentido de representar la dimensión temporal del proceso de cambio (Kalyvas, 217-8). En este escenario, la violencia sigue el cambio inicial de control y precede la consolidación (p. 218). Lo que obliga a observar la distribución espacial del fenómeno en cada momento dado para captar su efecto dinámico. Debe recordarse que el modelo toma como punto de partida que en las zonas en las que un actor ejerce el control total (1, 5), el actor rival está ausente y, por lo tanto, no ejerce ningún control y la población no tiene acceso al rival (2006, p. 222). En la Zona 3, los individuos pueden preferir no aliarse con ninguno de los actores políticos y mantenerse neutrales: en medio del fuego cruzado, los civiles prefieren no involucrarse (p. 226-7).
Las predicciones de Kalyvas son contraintuitivas en la medida que desafían muchos de los supuestos y planteamientos de las teorías dominantes, que se amplían en los anexos. Debe enfatizarse que el contexto en que se produce la violencia define las estrategias que los individuos pueden escoger, como cooperar o no. También se señalaron los elementos esenciales para el análisis de la violencia en la guerra civil, tales como: la capacidad de control, la intimidad, la decisión de colaborar o no con alguno de los actores políticos y la distribución de la violencia de acuerdo con la distribución geográfica del control.
No hay comentarios:
Publicar un comentario